jueves, 23 de diciembre de 2010

AV



Esa misma noche, uno de los efectos secundarios del inestimable orujo made in casa, hizo aparición... y no se trataba de la temible resaca -esa llegaría al día siguiente- ni de la imperiosa necesidad de reír a carcajadas por una mano tramposa de tute -eso se quedaba para las partidas de los sábados de invierno- no... El efecto secundario que hizo aparición fue el más terrible de todos, y a la vez, el que rezaban por conseguir Abel y Agustín: La necesidad inevitable de hablar, de confesar, en definitiva, lo que se suele llamar “soltar la lengua” y Caleb la soltó. Vaya si la soltó.

2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno... ¿y qué perlitas soltó Caleb?
    ¡Cómo te gusta dejarnos con la intriga!

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  2. Pues eso digo yo ¿Qué hizo con la lengua suelta? ;)

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