lunes, 8 de marzo de 2010

8 de Marzo, dia de la mujer.

La primera vez que mi mejor amiga vino a buscarme a casa de mis padres tenía doce años, y cuando entró en casa, se quedó alucinada.
Aunque nos conocíamos desde hacia años, íbamos al colegio juntas, jamás había subido a casa, hasta aquél sábado de primavera.
Llamó a la puerta, la abrí, la acompañé hasta el comedor y allí la dejé en compañía de mi madre, mientras yo acababa de vestirme.
Cuando salimos de mi casa, tenía los ojos como platos. Mi familia no era normal, me dijo.

Pues a mi me parecen lo más normal del mundo.
Mis padres trabajaban los dos, por tanto compartían las tareas de la casa, y cuando llegaba el fin de semana, las cosas no tenían por qué ser diferentes.

Cuando mi amiga entró en mi casa ese día, mi madre estaba en el sillón, haciendo sus cuentas y organizando sus papeles, y mi padre estaba en la cocina, con un delantal de tomatitos para no mancharse, haciendo la paella.
Era la primera vez en su vida que mi amiga veía a un hombre metido en menesteres de mujeres. Para mí, sin embargo, era lo más normal del mundo.

Mi madre trabajaba por la mañana, y mi padre por la tarde, por tanto, mi padre hacía la compra, la comida, las camas y todas esas cosas mañaneras, y mi madre por las tardes se ocupaba de nuestros deberes, las meriendas, las cenas y las lavadoras. En fin de semana se repartían las tareas, y por qué no decirlo, la casa estaba siempre como los chorros del oro y todo iba como la seda.
Pero para mi amiga, esto no era lo normal, en aquellos tiempos, rondaba el año 1984, lo lógico, lo que se estilaba, era que el hombre trabajase y al llegar a casa fuera el rey, y que la mujer, se dedicara a sus labores y tratara al marido como a un rey.

Han pasado veintiséis años, mis padres están ahora jubilados, y siguen compartiendo las tareas del hogar igual que cuando estaban trabajando. Para ellos nada ha cambiado, únicamente, que ahora disponen de más tiempo libre.
Yo he seguido mi camino, me he casado y tengo mis dos niñas. Mi marido trabaja al igual que yo, y nos repartimos (más o menos) las tareas de la casa tal y como yo aprendí de mis padres. Aunque debo reconocer que a él le costó un poco (bastante) adaptarse a eso de que ambos éramos iguales para todo, y que por tanto, ambos teníamos que hacer lo mismo, tanto en casa como fuera de casa.

A veces miró a mí alrededor, y pienso… ¿mi familia es normal? O como antaño, es raro que el marido comparta y asuma las tareas del hogar. ¿Han cambiado los tiempos y las mentalidades? O el tiempo ha seguido su camino y la mentalidad sigue estancada en el pasado.

Me fastidia sobre manera, cuando oigo a un hombre decir orgullosamente “yo ayudo en casa”. Es algo que no soporto, aunque más me jode todavía, oír a una mujer jactarse orgullosa de que su marido “La ayuda en casa”. Porque eso implica que seguimos ancladas en el pasado, que la mentalidad femenina no ha cambiado. Que todo sigue igual que antes, cuando el marido era el rey de la casa y la mujer, en vez de ser su reina, era su sirvienta.

Yo no quiero que mi marido me “Ayude” en casa, me niego, no me hace falta su ayuda para nada. Me basto y me sobro yo solita para hacer cualquier cosa, ya sea limpiar la cocina, hacer un taladro o colgar una lámpara. Yo quiero que mi marido tome parte en la misma medida que yo lo hago,  de las tareas de la casa, que sea igual que yo, que se baste y se sobre para hacer la comida, barrer los suelos o planchar la ropa. No quiero un inútil en la cotidianidad familiar que no sepa hacer un huevo frito. Quiero que si yo hago la cena, él bañe a las niñas mientras tanto, que si yo hago los deberes con la mayor, él lea con la pequeña. Y, así es como sucede en mi casa.

¿Esto es feminismo? Yo creo que no, es simple y llanamente sentido común, si ambos somos iguales antes la ley, entonces ambos, también debemos ser iguales ante la cotidianidad del hogar.

No en vano la constitución es explicita en el tema de la igualdad:
Capitulo II, Artículo 14:
Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Por supuesto hablo desde MÍ perspectiva, única y exclusivamente, desde mi situación familiar, cotidiana y económica.

Me considero, sin lugar a dudas, afortunada, por la familia que he creado, por vivir en el país que vivo, por tener los derechos que tengo.

Sé que hay miles, millones de mujeres en el mundo, que se considerarían afortunadas si tan sólo pudieran expresar sus opiniones. Si tan sólo fueran tomadas en cuenta como personas.
Van para ellas todos mis deseos de igualdad, todos mis anhelos de un mundo mejor. Porque, y esto sí puede ser tomado como feminismo, pero son mis pensamientos y como tal los expongo.
Es la mujer la que tiene en sus manos el futuro del mundo. Es la mujer la que pare a ese futuro, la que deberá, en igualdad de condiciones intelectuales, cotidianas y económicas con su marido, criar y educar a ese futuro. Si a la mujer no se la permite esa igualdad, no se la permite expresarse, tener ideas, tener cultura, ser persona en todos los sentidos, sus hijos crecerán en la intolerancia, en la ignorancia, y en la irracionalidad. 

5 comentarios:

  1. Es la mujer la que tiene en sus manos el futuro del mundo. Es la mujer la que pare a ese futuro, la que, deberá en igualdad de condiciones intelectuales, cotidianas y económicas con su marido, criar y educar a ese futuro. Si a la mujer no se la permite esa igualdad, no se la permite expresarse, tener ideas, tener cultura, ser persona en todos los sentidos, sus hijos crecerán en la intolerancia, en la ignorancia, y en la irracionalidad.

    Un aplauso por favor.

    Excelente,

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  2. Un post extraordinario, Noelia.

    Besos

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  3. Tal y como dices, los comentarios esos de "me ayuda", "la ayudo" me ponen del hígado. Lo peor, cuando los oigo de gente de mi edad y muchísimo más joven. ¡Y yo que creía que "el ayudante a regañadientes cuando no tiene nada más que ver en la televisión" era un animal en extinción! Pero no, ya me he dado cuenta de que no. Y no sigo que me deprimo.

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  4. Tienes razón, mi niña. A veces el enemigo está en nuestras filas y no es un hombre, no. Es una mujer machista. Que las hay, te lo aseguro. Y son las peores.

    No sé si esto cambiará alguna vez, pero en cualquier caso, somos nosotras las que tenemos que cambiarlo, como has hecho tú, como hizo tu madre en su momento; imagino que para ella tampoco debió de ser fácil, porque aunque tu padre estuviera dispuesto a arrimar el hombro, seguro que sus amigos y familiares los miraban con caras raras y hacían comentarios fuera de tono y de lugar.

    O tu amiga, por ejemplo, que se quedó de una pieza, y pensó que la rara eras tú en vez de ella. Porque cuando lo malo se repite mucho acaba siendo costumbre y después ejemplo a seguir. Y lo bueno acaba siendo raro y lo raro, desconocido, y lo desconocido: peligroso...

    No debemos quedarnos quietas esperando que los demás nos consideren iguales; debemos ser nosotras las primeras en tomar la iniciativa y ponernos en nuestro lugar. ¿Quién mejor que nosotras para hacerlo?

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Hola!