Esa misma noche, uno de los efectos secundarios del inestimable orujo made in casa, hizo aparición... y no se trataba de la temible resaca -esa llegaría al día siguiente- ni de la imperiosa necesidad de reír a carcajadas por una mano tramposa de tute -eso se quedaba para las partidas de los sábados de invierno- no... El efecto secundario que hizo aparición fue el más terrible de todos, y a la vez, el que rezaban por conseguir Abel y Agustín: La necesidad inevitable de hablar, de confesar, en definitiva, lo que se suele llamar “soltar la lengua” y Caleb la soltó. Vaya si la soltó.
Bueno, bueno, bueno... ¿y qué perlitas soltó Caleb?
ResponderEliminar¡Cómo te gusta dejarnos con la intriga!
Pues eso digo yo ¿Qué hizo con la lengua suelta? ;)
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