Tengo un ritual con mis hijas, imagino que como toda mamá
que se precie.
Un Ritual de buenas noches.
Cada noche, antes de que se metan en la cama definitivamente
(lo cual es más difícil de lo que parece), mis hijas y yo nos tumbamos un
ratito en la cama de matrimonio y hablamos de todo lo que se nos pasa por la
cabeza, hasta que nos contagiamos unas a otras, y entonces ya se van a dormir.
Sip, he escrito bien “nos contagiamos”.
Mmm… todo viene de que una vez, hace cosa de dos o tres
años, Livia (mi hija mayor) y yo comentamos, en plan broma, que el bostezo era
la enfermedad más contagiosa, y a Raquel (mi hija pequeña), que estaba escuchándonos,
le resultó tan chocante, que desde entonces, cada vez que bostezo, me dice que
no la contagie.
Por tanto, ahí estábamos las tres el viernes a las once y
pico de la noche, tumbadas en la cama grande y hablando, como no, de la noticia
del día (al menos para nosotras): Mamá (o sea, yo), iba a publicar su libro… en
Portugal!
Estuvimos charlando de mil sueños…
«Si vas a Portugal a presentarlo… ¿Nos llevarás contigo?» Me
preguntó de repente la pequeña, que es la más avispada, aunque, lógicamente, en
cuanto surgió la pregunta, ambas se apresuraron a apuntarse al viaje sin
dudarlo.
Yo por supuesto, negué por activa y por pasiva… ¿Qué iba a
hacer yo en Portugal? Pero… lo que para mí
es tan lógico, para ellas no lo es.
Ya sabemos cómo son los hijos, para ellos sus mamás son poco
menos que heroínas mezcla del Dr. Octopus (por lo de tener ocho manos), Superwoman
(por la capacidad para hacer de todo en tiempo record) y Adria Ferran (por las
comiditas ricas ricas que hacemos), por tanto, eso de que su súper mamá no
fuera a ir a Portugal (ni ya puestos, a la India, China o Marte) no tenía
cabida en su cabecita calculadora y pensante.
La media hora larga que pasamos cada noche en nuestro ritual
nocturno, el viernes se convirtió en una clase de idiomas… porque si mamá iba a
ir a Portugal, China, Japón, India, e incluso, como he dicho antes, Marte (la
pequeña tiene mucha, pero mucha imaginación) a presentar su novela, mamá tenía
que saber hablar idiomas… Y por desgracia, mamá de idiomas no tiene ni pajolera
idea…
Por tanto, muy resueltas ellas, empezaron a enseñarme Portugués…
el problema es que ellas NO saben portugués, y claro, a mi me entraba la risa
floja al ver como se inventaban las palabras… total, que al final, enfadadas
conmigo por el cachondeo que me traía, acabaron decidiendo que como ellas lo
que estudian en el cole es inglés, y por tanto, todos los demás niños del mundo
mundial (menos los ingleses), también estudiarían inglés, yo podría comunicarme
con la gente en ingles (incluso con los marcianos)… Y eso es lo que hice el
viernes de once y pico a doce, hora en que la contagiosa enfermedad de los
bostezos, obligó a mis hijas a retirarse (por fin) a la cama…
Por cierto, ahora ya sé cómo empezar una conversación en
ingles… y como decir mi edad… y de donde vengo… XD
jajajajajajajajajajaja. Tiene que ser una gozada poder pasar ese tiempo con tus hijas. Un ritual estupendo.
ResponderEliminarBesotes!
Noe, si quieres el miércoles practicamos inglés en la Renfe ;-)
ResponderEliminar¡Que bonitas! creo que el mejor estado de nuestros hijos es cuando duermen jajaja
ResponderEliminarSon divinas felicidades!!!