El sábado por al tarde me echaron de mi casa.
Si, como lo oís.
Estaba yo tranquilamente tumbado sobre mi tronco favorito cuando llegaron unos hombres y hablaron con mi dueño, acto seguido, este sacó una caja enorme, abrió el terrario, me cogió y me metió en esa caja. A partir de ese momento solo sentí movimiento… la caja subía, bajaba, daba tumbos… hasta que la dejaron sobre algo duro. Luego el silencio.
Estaba francamente acojonado. ¿Qué había pasado? ¿Por qué me habían quitado de mi tronco y me habían metido en esa caja inmunda, oscura, pequeña y con olor a plástico? ¿Iba a ser esta “cosa” mi nueva casa? ¿Qué había hecho yo para que me hicieran eso?
Cavilaba sobre estas cosas acurrucado en una esquina, cuando de repente un ruido tremendo me hizo dar un bote. La caja vibró, el ruido se hizo mas potente… nos movíamos. ¿Dónde iríamos?
Tras un rato horroroso, lleno de movimientos deslizantes a izquierda y derecha, tumbos arriba y abajo aderezados con momentos de pánico resultantes de la incertidumbre de no saber que pasaba, el movimiento cesó, el ruido se apagó.
Desde fuera de la caja se oían voces de personas, pero ninguna era de mi dueño. ¿Dónde estaba? Un golpe fuerte en la caja me avisó de que alguien había tropezado con ella (eso y la imprecación que siguió a continuación) sentí que levantaban mi repugnante morada y era transportado hacia arriba… ¿Dónde acabaría esta aventura?
Acabó en una casa desconocida, con gente desconocida y con personitas muy pequeñas y gritonas que ¡querían darme un beso! ¡Incluso se acercaron a mí para hacerlo! Enrosque mi cuerpo y preparé mi cola… si osaban hacerlo se llevarían un buen latigazo. Menos mal que los adultos se percataron de la situación, se llevaron a las niñas a otro lado (lo mas lejos posible, espero) y me dejaron solito en una habitación ¡rosa! ¡Por favor! ¿Cómo dejan a una iguana (o sea yo) en una habitación rosa? ¿Es que no saben que acabo mimetizándome con lo que hay a mi alrededor? ¡Soy verde o marrón! ¡Tengo que estar en sitios de ese color!
Agobiado, pasé la siguiente hora en esa habitación sin dejar de mirarme mis hermosas escamas parduscas… no parecía que se fueran a volver rosas… ¡pero cualquiera sabe!
De repente se abrió la puerta. Entro un hombre muy alto que parecía bastante amigable.
- Vamos Lolo, que nos vamos al terrario. – Me dijo.
Lolo soy yo… por tanto era a mi a quien se llevaba. Hice acopio de paciencia y no dije nada cuando me cogió por la tripa, aunque si es cierto que preparé la cola ante un posible ataque. Me llevó hasta mi antiguo terrario… a mi tronco favorito… tan suave, tan marrón, tan gordito, tan alto. Me encaramé sin pensármelo dos veces y me agarré fuerte a el. Si pensaban cogerme otra vez lo iban a llevar muy mal.
No lo hicieron… me acariciaron un poco la testa, lo reconozco, soy débil… me encanta que me rasquen bajo la quijada… así que cerré los ojos y los deje hacer. Me quede dormido.
Desperté al día siguiente con el excitante olor a pimiento verde recién cortado. Miré hacia abajo, una mujer estaba colocando mi comedero en su sitio… y estaba a rebosar de mi verdura favorita. Esperé a que se fuera y bajé a comer… mmm ¡estaba riquísimo!
Luego, como habían dejado la puerta del terrario abierta decidí salir a investigar mi nuevo hogar.
Bajé sigiloso, pero no me sirvió de nada… allí estaban todos… la mujer, el hombre y las dos niñas que querían besarme… me quedé bien quieto… solo por si las moscas.
El hombre me cogió y me llevo… al paraíso. Una habitación en tonos marrones, con una ventana enorme por la que entraba el sol a raudales… un sol delicioso, calentito, acogedor, me tumbé en el suelo de madera dispuesto a disfrutar de tan glorioso entorno cunado me vi rodeado. Las niñas y sus dos mejores amigas querían jugar conmigo.
¿Qué se han pensado que soy un juguete? Pues va a ser que no.
Me pusieron delante plátanos de plástico, hamburguesas de plastelina, una taza blanca y un mantel rosa con encajes. Las ignoré y pasé el resto del día tumbado a la bartola como solo una iguana sabe hacer.
El lunes cuando me llevaron al paraíso por la mañana las niñas no estaban, me dijo el hombre que me relajase, que estaban en el colegio, no sé que será eso, pero ¡bendito sea! Que calma, que tranquilidad, que silencio. Yo y el sol solos. Al menos hasta que llegaron a comer… entonces se empeñaron en que tenia que comer con ellas y me llevaron a mi terrario, cuando por fin me dejaron salir de nuevo, ya eran otra vez cuatro niñas, un plátano, una hamburguesa, y… en esta ocasión una ¿muñeca? Rubia que iba a ser mi novia. En fin… decidí ignorarlas.
El resto de la semana se repitió la misma escena… en el mismo lugar. Me quedó clarísimo que si quería disfrutar del sol, me tenía que aguantar y tener una novia rubia de cintura imposible y tetas grandes. Además, no se como, me fueron ganando para su causa.
El martes me acariciaron la testa por primera vez las niñas (cuatro en total).
El miércoles me taparon con una mantita cuando se fue sol.
El jueves me trajeron rúcula y canónigos en un plato de plástico rosa fosforito. Cerré los ojos para no ver el color y me comí la verdura ¡estaba deliciosa!
El viernes ya estaba tan acostumbrado a ellas, que cuando me rodearon y me pusieron un gorrito a traición, cerré los ojos y espere a que empezara su sesión caricias.
Hoy es sábado.
Ha pasado una semana.
El hombre dice que me va a hacer un terrario nuevo, mas alto y algo más estrecho, porque este en el que estoy no les cabe bien en el comedor… a mí me da igual, siempre que sea alto, tenga mis troncos, mi comida y mi turba de coco en el suelo, yo estoy feliz.
Las niñas siempre están en la habitación del paraíso, así que nos hemos acostumbrado a estar juntos… me ponen de comer y me tapan con mantitas… a veces me acompañan al banquete dos tortugas muy saladas que no hacen mas que moverse a mi alrededor, Lara y Jaime, otras veces me rodean de ¿Pet Shop? Unos muñecos de plástico de colores vivos que supuestamente imitan animales ¡Ja!
Lo cierto es que no me da tiempo a aburrirme con ellas cerca… Aunque me cueste decirlo, cuando están en el cole, la habitación se ve vacía, triste, solitaria… las echo de menos, me he hecho adicto a sus caricias, risas y gritos.
Al fin y al cabo, que hay mejor para una iguana que una habitación marrón, con el suelo de madera, el sol entrando a raudales y cuatro niñas adorándola y acariciándola… ¡Nada!
Que bonita historia que cuenta Lolo ¡¡pobre animalito lo mal que lo pasó al principio jejeje! pero ahora está encantado con tantos mimos ¡¡a quien no le gusta sentirse asi!! besitos.
ResponderEliminarPobre Lolo! lo confundido que debió estar al principio, pero ahora no estará solito!!! me encantan las historias de animalitos que terminan bien.
ResponderEliminarNoelia!!!, Rachel nos ha enviado tu libro *_*, no sabes lo emocionados que estamos!!!!
Noe, que lindo lo has contado!!!!
ResponderEliminarla experiencia de la mudanza y la nueva vida a través de los ojos de Lolo!!
Ha sufrido pero seguro se siente de maravillas en tu casa ^_^
Besitos
Andrea, Anna, me emocionan vuestros comentarios... la verdad es que yo le veo super feliz, y bueno... como dice una amiga,debe ser un poco masoca porque siempre que lo soltamos va a la habitacion de las niñas... no sé si porque están ellas (es lo que me gusta pensar) o porque es la mas soleada...
ResponderEliminarMientras lees; ains... Chic@s, no me digais eso!! que nervios!! espero que no os disguste demasiado!!
1 besote a todas!!
Noelia.
Muy buena la experiencia de nuevas mascotas en casa, sobre todo si hay niños esperando por ellos, te comento que me lei un poco de tu libro,bueno lo que se puede leer sin comprarlo jajaja, yo soy de México y sale muy caro el envio, pero la verdad es que me ha encantado y te felicito por ello, suerte y ojala algun dia pueda terminar de leerlo , besos mexicanos!!
ResponderEliminarKar Guapisima!! Gracias por tu comentario, me has alegrado el dia!! Ojala hubiera alguna manera de tenerlo en Mexico, pero como bien dices, los gastos de envio uffffff!!
ResponderEliminarNoelia, la aventura de Lolo me ha encantado.
ResponderEliminarQué ganas tengo de leer tu novela.
Besitos